Voyeur

Este no es un caso vulgar de farmacodependencia, y no llega a ser, aún en los días más ávidos, mucho menos que la manifestación de un estado natural de alerta a la posibilidad de satisfacer los acaloros genitales que, hasta la fecha, les atacaban en hordas por su condición púbica.

Se quedaban simplemente él y ella, la dupla en cuestión, parados indistintamente sobre los almohadones del sofá, hasta que se hacía evidente la carencia total de personas alternas a ellos dentro del recinto. El sentimiento de soledad y dejadez, a la deriva de sus albedríos suprainfantiles, daba inicio una vez mas al proceso por tantos días mecanizado, trillado, rebuscado, y sin embargo efectivo, que con el paso de los atardeceres los convirtió en androides del diario continuar. No volvió a ser, por mas que lo intentaron, tan húmedo y carnal como el primero, aunque siempre lo recordaban y seguían, como un manual del principiante, repitiendo todos y cada uno de los movimientos que se sucitaron aquella ocasión en particular. El horario era el mismo: sofá, hastaluego, portensebien, soledad, desinterés (obviamente fingido), desunudez, consumo, unidad, y final, y luego ropas y un beso y hastaluego, y después soledad, ya volví y rutina, y la tía ya estaba otra vez adentro oliendo a lo que huelen las niñas de carabobo, revuelto con el pachulí que producía con su mezcla de alcoholes y utensilios de despensa. Así era forever, todos los everyday.

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