Fragmento feliz de un velorio

Yo solamente me acordé de cuando chiquitos, y con eso nos quedamos un rato, casi como una misa entera, hablando de cuando eso y de porqué ya no más.

Lo mejor fue castopla y trisqui, porque retomamos el idioma imaginario con el que jugábamos al extranjero y nos hacíamos los importantes. El caso era que al final nadie entendía ni fá y nos tocaba sobreactuarnos y gestualizar para que nos vieran siquiera como unos niños lo bastante estúpidos para hablar así, porque nadie nos creía lo de los extranjeros. Pero después era que nos decíamos que si, que ¿el viejito de carrusel? claro, y se asustó y todo, y también la niña del cholito de casitas que me miró y le guiñé el ojo y se rió, y también nos oyó porque estaba como oyendo así pasitico...

Y era todo un éxito caminar de vuelta haciendo ruidos con babas y saltándonos las rayas porque eran un láser y nos herían, y jugar a tomar café y quedarse a ver al niño dios, cayendo al final desechos por tanta juventud a las ocho y media, sobre las sábanas de yiaiyou.

Todo eso fue bueno porque Clara dejó al menos de llorar mientras el ratico que contábamos, y a Grijalbo le dio tiempo para ir y comprarse siquiera una empanada con aromática para calmar el hambre del día anterior. Pero ya se acabó, y ya otra vez las flores y su olor tan frío, ya otra vez se esclarecía el lúgubre color del paisaje.

El Virus

Salió del baño con las manos frías, la cara sudando y toda tiritando del frío.

Ya era la cuarta vez que vomitaba en las últimas dos horas: Las seis de la mañana en el reloj, afuera lloviendo y ella sin poder dormir. Mejor se quedaba ahí y no iba al colegio, para evitar después un desmayo o una úlcera, sin poder salir del salón o siquiera llamarlo para apaciguarse; mejor estar ahí para verlo pasar como todas las mañanas, con la carita de niño que le gustaba, o para imaginarse que pasaba y que se reían, que se hacían caritas y todo lo demás.

Es que ya estaba siendo bastante lo de las náuseas y las ganas de llorar. Era sin duda un caso crónico, una mutación emocional, o quizá el hecho de que llegara después de tanto tiempo, y que llegara de improviso. Lo había buscado muchísimo, quizás toda su vida, y en todas partes; y cuando al fin no se le pasaba por la cabeza y no pensaba nunca en él, llegó. A cualquiera le pasa que, si distraído le cae un ladrillo en la cabeza, le duele más que si hubiese prevenido el impacto, y así le paso con él, un día cualquiera, porque no se acordaba ya.

Obviamente al principio fue muy normal, pensando que otra vez la misma rutina y que quizá, tres o cuatro semanas después, ya estaría sola de nuevo; pero tan solo a los seis dias comenzaron las úlceras, las nauseas, y las ganas de llorar, que gradualmente fueron convirtiendose en pan de todos los dias. Al principio podía esconderlo haciendolo pasar por las consecuencias de un período voraz, o una arremetida inminente de migraña; pero luego fue imposible y no se pudo más. Era evidente que su estado era el efecto primario de un factor externo a ella, pero nadie se atrevía a preguntar, o siquiera a especular, por miedo a ser contagiado o castigado por el veneno de la lengua.

Solía ser de las más alegres y hermosas; aquella que participaba de todo, amigable e inteligente, hasta que la invadió el virus. Ya se había hablado de él en el colegio y de la probabilidad de sufrirlo, pero el hecho de que ella lo tuviera significaba riesgo de epidemia, por lo que comenzaron a evadirla.

Sin mas ni menos ella aceptaba su estado virulento y lo sufría sin quejas, porque los buenos ratos lo valían: El primer día y todos los demás, los ratos largos conociendo todo de cada uno, haciendose uno cada vez, sintiendo su mano aunque no estuviera, sabiendo que siempre estaba aunque no lo pudiera tocar. Se quedaba llorando muchas veces, porque su cuerpo necesitaba verlo a intervalos, necesitaba su dosis siquiera un minuto para evitar los mareos y no sufrir el dolor, para no morirse de omisión. Él por su parte lo sabía, y conocía muy bien las contraindicaciones de su ausencia; pero sabía más lo peligroso que era estar, porque sin querer, sus besos aumentaban los mareos y hacían más grandes la pústulas que propagaban el virus sin piedad.

En fín, esa mañana decició quedarse porque el frío le punzaba el vientre, y las lágrimas ya le brotaban aún sin voluntad. Tan sólo se levantó a las siete, se postró en la ventana que da al balcón y espero a que pasara para saludarlo.

A las siete y uno pasó él, con la sonrisa en la cara y el corazón ávido de un abrazo, esperando verla para decirle que también iba a quedarse, para estar con ella, y cobijarse juntos al frío de esa mañana lluviosa, para hacerle saber que ya no iba a sufrir porque la cura estaba en los dos; pero fue un minuto tarde.

Es que no hay quien pueda sufrir el virus del amor tanto tiempo solo, y ella no era la excepción; porque amar por esos dias, era mortal.

Tarea en el recinto "La Casa"

La actividad se llevó a cabo entre las 2 y las 5 de la mañana, ya que de otra forma era imposible estudiar el fenómeno. Los asistentes comenzaron inmediatamente después de firmar el registro de asistencia, que era un requisito vital para la tabulación de los datos a obtener.

Para los anfitriones del recinto "La Casa", lugar del suceso, no hubo problemas de ninguna índole, y mucho menos en lo gastronómico, ya que cada participante requería a lo sumo un vaso de leche o una pastilla para facilitar el proceso en caso de dificultades aleatorias al momento de la concepción.

La tarea se llevó a cabo con absoluta normalidad, y para su éxito se utilizaron 32 cámaras con NV incorporado (Night Vision incorporated), repartidas y ocultas por todo el recinto, que el gobierno accedió a importar directamente desde LaFragia, Estuania. Igualmente se acordonó el lugar con un sofisticado equipo de teléfono roto, para el cual se necesitaron aproximadamente 3600 vasos y 7 kilómetros de cordón, con el fin de cubrir cada onda sonora en el área.

Al final de la jornada los asistentes se retiraron pacíficamente a sus hogares, y no hubo problemas de circulación.

Los resultados tabulados fueron fielmente expuestos 28 minutos después a la población mundial, de los que se hace necesario anotar, según el equipo de investigación, que efectivamente y acorde con las hipótesis planteadas, ninguna persona flota en el aire mientras duerme.

El Juez de Aranjuez

Parqueada al frente de una tienda del 12 de Octubre, encontré una bicicleta de viejo modelo, que emanaba cierto aire de sabiduría. Entablamos una conversación no muy profunda, hasta que mencionó que su antiguo dueño era el Juez de Aranjuez. Si, el de la cancioncita esa que dice “Una vez hubo un juez que vivía en Aranjuez, fue a pescar un gran pez, uno, dos y tres…”. Esto la convertía en una celebridad en el mundo de los caballitos de acero. De la conversación, que tuvo un color bastante raro debido al extraño léxico adoptado del mundo de las leyes, y el desorden de las ideas que se estrujan una a otra; cabe resaltar lo que aquí dice:

La verdad sobre el juez

¿Quién en realidad sabe si aquel célebre juez de Aranjuez efectivamente eligió echarse al sol, (que de seguro era abrasador, ya que el suceso tuvo lugar en una playa, o mas bien una riberita) luego de engullir un pescado quizás crudo a falta del recurso combustible, vital para la cocción? Resulta mas fácil pensar que el juez en cuestión luego de pescar al susodicho, engulló posiblemente un fiambre que pudo, porque no, ser de pescado, y acto seguido puede asegurarse sin miedo a errar, el encendido de un cigarrillo y la consiguiente contemplación-armonización para con el entorno, que son hechos consustanciales a esta clase de actividades, y mas aún si estamos haciendo referencia a un juez, que como cualidad-requisito poseen la contemplación del hecho global, cosa que sólo se obtiene con el humo de por medio.

Estimados Sres.

Esta podría muy bien ser una carta que comience con el "Hola como estas, espero que bien" típico de todas las cartas, a causa de la estupidez literaria que ostenta todo autor de una carta típica, que de costumbre a pasado a ser una estructura inminente e inmutable común a toda misiva por el hecho que, una carta que comience de otra forma, perdería su identidad de carta como tal; pero sucede que esta es diferente porque su comienzo dicta "esta podría muy bien ser..." omitiendo el retrillado y predecible "Hola como estas espero que...", que de hecho sí aparece, pero tan sólo al final de la primera línea y a principios de la segunda que es una posición que subjerarquiza la frase pero sin desvirtuar su importancia del todo, porque si nos ponemos a ver, la sucesión de palabras en cuestión a pasado de repente, y por culpa tan solo del que escribe (o sea yo), a ser el núcleo temático de los últimos 12 renglones, contradiciendo la intención inicial de hacer conciente al mundo sobre la tendencia mecánica de comenzar las cartas con el "Hola como estas, espero que bien..." (lo volví a escribir, maldita sea) mediante una carta más original que comenzara con algo que quizás le gustase al autor mismo, o de pronto, ¿quién sabe?, a algún imbécil con nombre que decida publicar dicha polémica gramatico-estructural con el fín de comunicar el fin inicial (o sea el del autor) con fines económicos para él o para el autor, (que mas bien es el de él), por eso es que he optado por comenzar esta carta con "Esta podría muy bien ser...", que de hecho ya no sería una carta porque no cumple con la estructura inminente e inmutable típica de todas las cartas típicas y verdaderas, pero que en intención era bastante interesante (y lo que vale es la intención, ¿o no?); y se dice "era" porque ya la intención perdió validez hace rato cuando volví a escribir "Hola como estas, espero que..." que volví a escribir otra vez hace tan solo 9 palabras, reiterando que el núcleo de la totalidad de lo escrito en estas páginas es lo que en un principio quise (quise me queda lejos de hice) desparramar por el piso y dejar como alpargata, a razón de mis impulsos de puro nerd que le busca la explicación explícita a todos los hechos por mas estúpidos que estos sean, o tan típicos como escribirle una carta a un amigo y, enajenándose del sentido de raciocinio, y cayendo inadvertidamente en el costumbrismo, el esquema universal, encabezarla con las mismas palabras de siempre, en el orden de siempre, en las letras de siempre (que me negaré a escribir para no continuar diciéndome estúpido, escupiéndome en la cara), o lo que es peor, perder toda noción de carta en seudoreflexiones naturalistas que no sirven para nada, para retomar solo hasta el final y terminar irónicamente con un,

Sincerely yours: El Autor.