Fragmento feliz de un velorio

Yo solamente me acordé de cuando chiquitos, y con eso nos quedamos un rato, casi como una misa entera, hablando de cuando eso y de porqué ya no más.

Lo mejor fue castopla y trisqui, porque retomamos el idioma imaginario con el que jugábamos al extranjero y nos hacíamos los importantes. El caso era que al final nadie entendía ni fá y nos tocaba sobreactuarnos y gestualizar para que nos vieran siquiera como unos niños lo bastante estúpidos para hablar así, porque nadie nos creía lo de los extranjeros. Pero después era que nos decíamos que si, que ¿el viejito de carrusel? claro, y se asustó y todo, y también la niña del cholito de casitas que me miró y le guiñé el ojo y se rió, y también nos oyó porque estaba como oyendo así pasitico...

Y era todo un éxito caminar de vuelta haciendo ruidos con babas y saltándonos las rayas porque eran un láser y nos herían, y jugar a tomar café y quedarse a ver al niño dios, cayendo al final desechos por tanta juventud a las ocho y media, sobre las sábanas de yiaiyou.

Todo eso fue bueno porque Clara dejó al menos de llorar mientras el ratico que contábamos, y a Grijalbo le dio tiempo para ir y comprarse siquiera una empanada con aromática para calmar el hambre del día anterior. Pero ya se acabó, y ya otra vez las flores y su olor tan frío, ya otra vez se esclarecía el lúgubre color del paisaje.

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