El Juez de Aranjuez

Parqueada al frente de una tienda del 12 de Octubre, encontré una bicicleta de viejo modelo, que emanaba cierto aire de sabiduría. Entablamos una conversación no muy profunda, hasta que mencionó que su antiguo dueño era el Juez de Aranjuez. Si, el de la cancioncita esa que dice “Una vez hubo un juez que vivía en Aranjuez, fue a pescar un gran pez, uno, dos y tres…”. Esto la convertía en una celebridad en el mundo de los caballitos de acero. De la conversación, que tuvo un color bastante raro debido al extraño léxico adoptado del mundo de las leyes, y el desorden de las ideas que se estrujan una a otra; cabe resaltar lo que aquí dice:

La verdad sobre el juez

¿Quién en realidad sabe si aquel célebre juez de Aranjuez efectivamente eligió echarse al sol, (que de seguro era abrasador, ya que el suceso tuvo lugar en una playa, o mas bien una riberita) luego de engullir un pescado quizás crudo a falta del recurso combustible, vital para la cocción? Resulta mas fácil pensar que el juez en cuestión luego de pescar al susodicho, engulló posiblemente un fiambre que pudo, porque no, ser de pescado, y acto seguido puede asegurarse sin miedo a errar, el encendido de un cigarrillo y la consiguiente contemplación-armonización para con el entorno, que son hechos consustanciales a esta clase de actividades, y mas aún si estamos haciendo referencia a un juez, que como cualidad-requisito poseen la contemplación del hecho global, cosa que sólo se obtiene con el humo de por medio.

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